
Bernardo Hoyos era el señor de la cultura. Conversaba de casi todos los temas. Parecía saberlo todo. Sin presumir, su sabiduría se antojaba natural. Y él, sereno y humilde, la compartía.
Bernardo Hoyos era un caballero que tenía, incluso, hasta la voz elegante. Después de que enfilaba la primera palabra, lo demás iba llegando: todo el conocimiento, como si en su cabeza estuvieran todos los libros y las historias y casi todas las respuestas.
Era alto, corpulento, sereno. Preciso. "Era verdaderamente un gentleman inglés", dice Rogelio Delgado, su asistente en la emisora cultural de la Universidad Jorge Tadeo Lozano desde 1985. No solo era su presencia, sino su forma de vestir, su exactitud, su buen gusto. "Un hombre anecdótico, un conversador, pero, sobre todas las cosas, un verdadero maestro".
Él era una mezcla extraña. Nació en Santa Rosa de Osos el 25 de agosto de 1934. La cultura inglesa le llegó por su padre Luis, un notario de pueblo. También porque vivió allá entre el año 71 y el 80, cuando trabajó en la BBC de Londres. Era una mezcla de esos dos lugares, tanto que muchos le decían que su lugar de nacimiento era "Santa Rosa de Oxford".
Su vida era intensa. Parecía saberlo todo. "Él era un hombre con una cultura infinita. Conocía a fondo todos los temas, no sé cómo hacía, porque él era un príncipe, un gran señor", expresa Gloria Zea, amiga de don Bernardo y directora del Museo de Arte Moderno de Bogotá.
Conocimiento que no dejó para él solo. Cuando don Bernardo, que realmente se llamaba Bernardino, comenzaba a hablar, confluían las historias. "Todos los días era un aprendizaje. Hacer un programa era leer, discutir un concepto. Compartía lo que sabía y no lo hacía sentir a uno inferior", cuenta Enrique Araujo, periodista y productor de la emisora.
Era como si tuviera un libro en la cabeza del que se sabía las páginas exactas. Su memoria era impresionante, tanto que podía recitar de memoria algún poema o fragmento. Su favorito era Proust y podía recordarlo textual, en francés y en español.
Sabía, incluso, de sastrería, y así como podía enseñar sobre Bach, su pasión en la música (a su hijo lo puso Juan Sebastián), podía enseñar, así en cualquier tertulia o mientras caminaba (que tanto le gustaba caminar) a combinar el vino con un buen queso o una aceituna.
De todas maneras, don Bernardo sabía lo que sabía, porque era un inquieto. Con su escasa visión, que perdió en un viaje a Yugoslavia, y por la que le pidió a San Francisco de Asís y recuperó un poco de ella , y con ayuda de una lupa, leía todos los días, desde hace 22 años, de seis a doce de la noche.
Don Bernardo, con sus 78 años, con sus pasos, con sus canas, fue sumando una vida. Él no era solo un caballero inglés, ni santarrosano. Era el caballero de la cultura.
OPINIONES
UN CONVERSADOR Y BUEN AMIGO
CARLOS URIBE Periodista
"Era obsesivo, detallista, lector incansable. Era un tipo supercálido, un conversador impresionante. Muy afectivo y buen amigo. Era un erudito en asuntos de la cultura".
ENRIQUE ARAUJO Compañero de la emisora
"La imagen era arrolladora, pero cuando uno empezaba a conocerlo, era un ser humano, muy receptivo a compartir lo que él sabía. Lo animaba a uno a estar investigando".
EN DEFINITIVABernardo Hoyos era un hombre de la cultura que aprendió a compartir su conocimiento con sus amigos, los que lo escuchaban en la radio y lo veían en la televisión. Un grande.