
EL GOBERNADOR no tiene una sede para despachar porque la que tenían está en reparación hace dos años. Entonces, ¿qué pueden esperar damnificados por el invierno y desplazados que aguardan una vivienda digna?
Chocó tiene oro, agua, platino, biodiversidad, pero también tiene una pobreza que extraña, ofende y asusta. ¿Cómo es posible que un departamento tan rico esté sumido en la miseria?
La pregunta se la hace el ciudadano común que no conoce la realidad de la región, el que vive en ella sin entenderla, pero también se la plantean los alcaldes locales, el gobernador Luis Gilberto Murillo y el gerente para la reconstrucción, Antonio Andrade.
No hay carreteras: las construidas están en malas condiciones. Los ríos que son las vías por excelencia, en invierno -cuando se crecen- pueden causar una tragedia porque las lanchas se voltean y sus pasajeros pueden morir, y en verano -cuando se secan- les hacen recordar la historia de sus antepasados que tenían que empujar las embarcaciones de los españoles para llegar a su destino.
"Es increíble que en poblaciones como Pie de Pató se siga viendo la misma imagen de la colonia: un hombre que se pone una silla en la espalda para cargar a una persona que necesita llegar. Cuando uno va de subida, pasa porque ve la montaña, pero cuando va de bajada lo que se ve es el abismo", cuenta Andrade (ver foto inferior).
Sin sede para la Gobernación
Cuando se habla de Chocó se habla de pobreza pero también de corrupción y abandono y qué mejor símbolo del abandono que el edificio de la Gobernación que comenzó a ser reparado en 2010 y todavía está en obra negra.
Por eso, Murillo despacha en un edificio que tiene más cara de Alcaldía que de Gobernación. Su único sistema de seguridad es una reja en la puerta de su oficina y en las de sus colaboradores no solo la pintura se cae a pedazos sino que los paneles que sirven de divisiones amenazan con venirse encima si alguien se recuesta en ellos.
Según los asesores de la Gobernación, el Ministerio del Interior asignó 1.868 millones de pesos para la remodelación de la sede administrativa, obras que comenzaron en 2010.
Cuando arrancaron las obras, se dieron cuenta de que las columnas del tercer piso no tenían bases en el primero y también se averiaron algunas instalaciones eléctricas y del acueducto.
Estas obras adicionales -que pueden alcanzar los 800 millones de pesos- no estaban contempladas en el presupuesto original y, por lo tanto, debían ser asumidas por la Gobernación. Como no había plata por los embargos que tiene el ente administrativo, la obra está parada.
Algunos dicen que es mejor demoler el edificio y hacer otro nuevo, pero hay quienes aseguran que lo mejor es terminar la obra, así cueste unos 3.000 millones de pesos porque si no lo hacen "nos pueden imponer una multa y el Departamento quedaría vetado en los proyectos del Ministerio del Interior".
Vivienda digna, otro sueño
Pero si el Gobernador no tiene dónde despachar la gente no tiene dónde vivir. Cerca del 80 por ciento de la población no tiene casa o habita en viviendas deficientes.
Por ser casas de madera, hechas "con lo que sobra" fueron un blanco fácil en el invierno: 3.552 viviendas resultaron averiadas; el 50 por ciento de la población y el 90 por ciento del territorio resultaron afectados por la ola invernal. Un porcentaje que, según Andrade, supera lo que pasó en departamentos como Magdalena y Atlántico.
Se perdieron cerca de 45.000 millones de pesos en aves, cerdos y bovinos; en cosechas y piscicultura 52.204 millones de pesos.
La distancia entre cada población encarece los materiales de construcción y hace que las obras se hagan mucho más costosas. Por ejemplo: un bulto de cemento que vale en Quibdó 26.000 pesos en Pie de Pató puede costar 52.000.
El miércoles, la viceministra de Vivienda, Beatriz Uribe, participó en la junta de Findeter realizada en Quibdó y en ella se comprometió a respaldar la construcción de 20.000 viviendas en el departamento, de las cuales 10.000 serían en la capital.
Findeter brindará la asistencia técnica para evitar que se repita lo que sucedió en Quibdó donde por falta de agua potable de los 5.763 subsidios de vivienda de interés social para desplazados y víctimas del invierno, 5.000 están congelados porque los lotes en los que se iba a construir no tienen redes de acueducto.
Aunque Quibdó creció en las márgenes del Atrato, el acueducto solo llega al 33 por ciento de la población entre una y tres horas diarias. Otra de las paradojas de vivir en la tierra más rica y a la vez más pobre del país.
Un día de camino, y a veces más, para llegar a Santa Rita de Iró y Pie de Pató
William Alberto Mosquera y Freddys Palacio Patiño son los alcaldes de Río Iró y Alto Baudó. Dos poblaciones sin vías de acceso, con centros de salud deficientes, que dependen de la telefonía celular y cuyos estudiantes no pueden soñar con una conexión a internet para abrir una ventana al mundo.
En Alto Baudó se estima que el 97 por ciento de sus 30.000 habitantes tiene el 97 por ciento de sus necesidades básicas insatisfechas.
Su alcalde solo se ríe con resignación cuando cuenta que para llegar a Pie de Pató (cabecera municipal) es posible demorarse hasta tres días, dependiendo de la ruta que se escoja.
Si se hace el recorrido por tierra desde Quibdó hasta río Quito y de ahí por trocha; ir de Quibdó a Istmina y de ahí a Puerto Meluk, donde se toma una lancha que puede demorar cuatro horas, o salir desde Nuquí y llegar por trocha, que es la ruta más demorada.
No hay hospital, solo un centro de salud que no puede atender enfermedades complejas. Por eso si una persona se enferma lo único que queda es rezar para que aguante las ocho horas de travesía hasta Quibdó. Si el enfermo está en la zona rural, mejor ni hablar, porque en los corregimientos hay puesto de salud pero sin una enfermera. Por eso insiste en que lo ideal sería contar con un hospital en Puerto Meluk que beneficiaría también a los habitantes del Bajo Baudó.
A pesar de estar en una zona interconectada, no cuentan con energía eléctrica y la Alcaldía tiene que comprar a diario 30 galones de ACPM (15.000 pesos cada uno) para una planta.
En Santa Rita de Iró, cabecera de Río Iró, la situación no es mejor. Deben hacer la ruta Istmina-Condoto-Encharcazón y abordar una lancha, que en invierno demora cuatro horas y en verano puede demorarse ocho, porque el río se seca y hay que empujarla. "La carretera Tapón-Santa Rita son 18 kilómetros y cuatro están listos. Necesitamos que el Gobierno nos ayude a terminar lo que falta, son apenas 14 kilómetros".
El centro de salud no tiene sede propia, el que funciona está en una casa alquilada pero no hay un médico permanente. "Los enfermos se mueren en el camino".
La minería es una de las principales fuentes de ingresos pero está causando daños ambientales a la población y a sus habitantes porque las minas abandonadas se convierten en criaderos de zancudos.