
Tiene 19 años, mide 1,17, calza 30 y su talla de pantalón es 12; su mejor amigo del salón, Hernán Álvarez, mide 1,76, calza 40, se pone bluyines talla 32 y tiene 18 años, y ambos se graduaron este miércoles como bachilleres.
Pero Brayan González Loaiza, el pequeñito, lo hizo con honores: recibió medalla al mérito, a la superación personal y su compañerismo, y fuera de eso le otorgaron beca para estudios tecnológicos en el Instituto Metropolitano de Educación -IME-, "porque es un ejemplo de entrega, lucha y sacrificio" y porque "contra todo pronóstico, porque está en este colegio desde la primaria, logró la meta de graduarse de bachiller", dijo Carlos Javier Mazo, rector del colegio Vida y Paz Jesús María Valle, del Doce de Octubre, donde Brayan curso sus estudios.
Contra la adversidad
Junto a ochenta y nueve compañeras y compañeros, ninguno de menos de 1,60 de estatura y todos con edades entre los 17 y los 20 años, Brayan se robó el show. Pero no porque hiciera gracias o contara chistes sino por su aspecto de chiquillo de seis años y porque logró su meta luchando contra mil adversidades: su extrema pobreza, pues además de no tener papá, lo cría una abuela que ni siquiera tiene pensión; sus dolencias físicas, pues además de que el cuerpo no se le desarrolló, los huesos le duelen y siente inmenso cansancio al caminar más de una cuadra.
Y fuera de todo lo anterior, lo más obvio: sus problemas de movilidad, pues con su aspecto casi de bebé, no puede subirse solo a un bus, ni siquiera a un taxi. Le da dificultad montarse a una cama alta o subirse a una silla, y en el metro, aunque le gusta montar, sufre las de San Patricio para no caerse.
"Ni los taxis ni los buses le paran y nunca aprendió a ir al Centro, por eso va a ser difícil que pueda estudiar su carrera", dice la abuela, Luz Elena Balvín, una señora de más de 70 años que es su guía y protectora.
Todo un hombre
Pero él, con aspecto de niño, tiene alma, espíritu e inteligencia de hombre. El cuerpo es solo el ropaje. Brayan opina de la vida. Sus amigos le dicen el poeta, pues le gusta escribir "pensamientos muy profundos". Brayan tira seriedad todo el tiempo y aunque como todo adolescente o joven, hace chistes, bromea y a veces se relaja, asume la vida con toda responsabilidad.
"No sé bien qué carrera voy a hacer, me gusta la robótica, diseñar robots por computador, pero voy a ver", comenta. Su sueño es que crecer en lo mental y espiritual y quiere que su aspecto de niño no sea un obstáculo para desarrollarse.
"No me gusta que me digan 'pechiocho' ni que me apreten los cachetes ni cosas de esas, porque ya no soy un niño", confiesa este joven, el bachiller y graduando que más orgullo le dio ayer al José María Valle, según confesó el rector en público.
"Yo lo protejo mucho, porque hay pelados que se quieren aprovechar de él por chiquito, nunca faltan, es un buen compañero y hablo con él de lo que hablan todos los adolescentes de mi edad, lo trato como un hombre", expresa Hernán Álvarez, que ayer se sentó a su lado y aplaudió todos sus logros.
"Yo lo tuve como alumno y fui director del grupo, es un joven de excelente disciplina, dedicado, serio y me da una alegría muy grande que se haya graduado", comentó el profesor Fernando Salcedo.
Al verlo salir tres veces al proscenio del teatro Porfirio Barba Jacob, donde se entregaban los diplomas y les daban los besos a los graduandos, su abuela Luz Elena lloró de la emoción. No tenía ni un peso para hacerle la fiesta de grados -"ni siquiera pa' un almuerzo, aunque él sabe todo eso y no me exige nada"-, pero la falta de una torta o un sancocho no le iban a mermar su alegría.
Brayan, el bachiller más pequeño de Medellín, se graduó con honores. Fue puesto como ejemplo, no sólo de la ciudad sino de Colombia, opinó el rector, al que el joven le arrebató muchas risas cuando, acusado de alguna falta a la disciplina, se escondía en la sección de preescolar para que no lo encontraran.
Este miércoles fue el más grande. Junto a sus compañeros del Jesús María y con su apariencia de chiquitín, arrebató aplausos, sonrisas y muchas lágrimas de emoción, contando entre éstas una que otra mía, lo confieso.
Contexto
Su enfermedad
Brayan sufre aconDROP lasia, una enfermedad genética que le impide crecer y que padecen 1 de cada 25 mil seres humanos en el mundo.
Su diagnóstico solo se dio hace tres años, cuando cansada de que le mandaran ibuprofeno porque al niño le dolían los huesos y los médicos decían que era porque estaba creciendo, la abuela Luz Elena buscó un diagnóstico serio.
El resultado fue deprimente: no tiene cura y Brayan no crecería más. En efecto, hace tres años que contamos su historia en este diario (27 de septiembre de 2009) y medía 1,07 y calzaba 24. Tenía 17 años.
Ahora mide 1,17 y calza 30. Pero en eso se quedó estancado. El dolor tampoco cesa y la pobreza menos. Pero Brayan sigue firme, con todas las dificultades, quiere ser profesional para compensar tantos sacrificios de su abuela. Ayer subió un escalón, un escalón gigante.
Solidaridad
Usted puede ayudar a Brayan
Brayan, que se destacó como alumno en artes y en sistemas, anhela tener un computador para ejercitarse en el área de su gusto. Su sueño está enfocado a la computación.
Sería un buen regalo de Navidad para este hombre, a quien su baja estatura no lo amilanó para escalar un peldaño en el camino de su superación. El teléfono de su abuela es el 267 4562.