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Pambelé nos puso a madrugar

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Recuerdo de los periodistas que vivieron la noche del título. Segunda entrega de la serie.
A Peppermint lo levantaba el juez, le limpiaba los guantes, le hacía un conteo eterno. Eso dicen los que vieron al palenquero de récord mediocre convertirse en campeón mundial.

A punta de radio, con un vetusto "par telefónico" para la larga distancia vía Telecom. Nada de televisión, solo a los tres días. Así Antonio Cervantes , Kid Pambelé, fue campeón del mundo, y cambió la forma de ver el deporte de todo un país.

En la noche en la que Alfonso Frazer fue a la lona después de diez asaltos, sólo un puñado de colombianos estaba en el Coliseo Gimnasio Nuevo de Ciudad de Panamá. Un par de emisoras de radio, varios escritores de revistas, sin cámaras de televisión. Ese fue el comienzo de una era gloriosa, que hoy, con diferentes protagonistas y medios, todavía hace trasnochar a los aficionados del deporte.

Los recuerdos son frescos, aunque algunos se contradicen. A la capital panameña llegaron los periodistas Fabio Poveda Márquez, Melanio Porto Ariza, Napoleón Perea, Marcos Pérez Caicedo (fallecidos), Edwin Tuirán (Radio Súper), Antonio Andraus (El Espectador) y Édgar Perea (Todelar). "Y uno que otro colombiano mezclado en la tribuna. Pero realmente éramos visitantes", recuerda Andraus, quien suma a Juan Gossaín quien trabajaba para Cromos.

De aquella noche, Tuirán recuerda que "tenía 17 años y viví una de las noches con más emoción de mi vida. Fui a narrar para Radio Súper, pero me tocó hacer el unilateral para Fernando González Pacheco y Carmelo Hernández, que estaban en Bogotá", recuerda Tuirán, quien confirma que no hubo televisión. Pocos apostaban por un hombre con nueve derrotas y una vida de malos amigos.

La pelea fue histórica. Un Pambelé contragolpeador, que en el décimo asalto mandó tres veces a su rival a la lona, mientras el juez trataba de ayudar al canalero. El nocaut técnico llegó, y la alegría colombiana. "Una emoción de esas no la volví a sentir en la vida", explicó Andraus Burgos, quien fue con El Espectador.

Solo al saber de la victoria del palenquero, Mike Schmulson contactó al empresario panameño Carlos Eleta , le compró los derechos por mil dólares, gracias al respaldo del presidente de la República Misael Pastrana , y con el hijo menor -Andrés- trasmitieron tres días después. "Ahí mostramos la pelea, un martes 31, por la única cadena. Después vinieron muchas más. Hasta 15 grandes peleas le llevamos al país", sostiene el lituano hecho barranquillero, hoy de 80 años.

La retransmisión del primer título colombiano fue el comienzo de un fenómeno que hoy no muere. "Pambelé fue el primero que nos puso a madrugar. Una vez nos hizo levantar a las 4:00 a.m. cuando noqueó a Shinichi Kadota en Tokio. Fue una de esas transmisiones que todos recordamos", anota Andraus.

De ahí vinieron cientos de madrugones. En los ochenta con Lucho Herrera , que hizo popular los radios escondidos en colegios; o los trasnochones de series mundiales de Édgar Rentería , o las mañanas de Juan Pablo Montoya y sus grandes premios al otro lado del mundo. "El boxeo cambió desde ese momento, sus mejores años fueron en los 70 y 80. Luego el negocio se fue para Las Vegas, para los canales privados y el Pay Per View en el mundo, y no volvió a ser lo mismo", sostiene Don Mike, un hombre que todavía llega a la medianoche con las Grandes Ligas.

Hoy, la televisión satelital, el streaming en internet y hasta los canales que pueden llegar a un teléfono inteligente traen desde un partido de fútbol en China hasta una pelea por título mundial en Tanzania. Pero Pambelé y su jab que parecía un recto fueron los primeros en poner a madrugar a un país.
ANÁLISIS
Entre bares de Medellín celebramos
Hugo Bustillo Naranjo
Le Vieux Longueuil, Québec
Por fortuna descansaba el fin de semana. Ese sábado había terminado a las 2:00 p.m. mi turno de la mañana. Eran ocho horas de labor en Colnylon, Sabaneta, y por derecho estaría de asueto el domingo y el lunes. En compañía de mis "panas" iríamos de ronda por algunos bares de Orocúe, Guayaquil y Palacé; como era costumbre. Tocábamos el Pico de Oro, el Unión, el Lukán, el Onassis y el Reno, para remontarnos al Omega, al Brisas de Costa Rica y terminar en el Verioska, el templo de todos los sones.

Era la tarde del 28 de octubre de 1972. Estuvimos de acuerdo de hablar primero con Quinchía, quien administraba el último de los bares, para que en la nochecita, en el Philco que tenía detrás del mostrador, sintonizara como fuera el combate del Viejo Pambe, pues nosotros más tarde apareceríamos como siempre.

Después de tomarnos unos calditos de pollo y acompañarlos con menudencias, en la esquina de Maturín con Palacé, bajamos por Pichincha al encuentro con la copa. Atestadas estaban las calles, y el Tía, el Caravana y el Ley eran un remolino de gente, de bulla y de calor. El tiempo pasó rápido pues no queríamos estar muy "chavetos" para cuando empezara la pelea de Pambelé en Panamá. Más o menos "frescos" llegamos al inolvidable Verioska, el patrón salsero de la época. Quinchía nos esperaba regocijado y dijo que así le tocara parar la música escucharíamos la transmisión.

Por aquellas calendas estaba pegada en la radio una canción muy popular del maestro Beto Murgas llamada la Negra; que entre sus versos decía: "la Negra dice que ya no me quiere, pero yo sí, yo sí, quiero a mi negrita". No faltó escucharla en el añorado bar más de una vez, muy bajito, cuando ya el Kid Pambelé, desde el principio, estaba haciendo bailar la murga a "Peppermint" Frazer. Todos estábamos ya enseñados a no ganar en el boxeo, con el Benny Caraballo, con "Mochila" Herrera, con Mario Rossito, o con Enrique Higgins; pero el gancho izquierdo del palenquero nos ponía a soñar.

De un momento a otro Quinchía apagó la música y le aumentó el volúmen al viejo radio Philco y escuchamos el vozarrón de Napoleón Perea Castro cuando narraba el tambaleo de Frazer ante el castigo imparable del Kid. En dos o tres asaltos más, casi sin voz de la emoción y nosotros medio borrachos, escuchamos que Napo gritó: "tenemos campeón", repitiendo, repitiendo y repitiendo sin parar. Era el décimo round y Guayaquil arriba se volvió un ring con una pachanga interminable de alegría, regocijo y vivas; a nuestro primer campeón mundial de boxeo. Y la melodía de la Negra, "a todo taco" continúo con su letra de inicio "tengo una Negra rebelde que le dan distintas furias, pero la que yo más quiero es cuando besa con locura"...
MI PERCEPCIÓN
MIRADA DE UN COLOMBIANO EN PANAMÁ

El periodista cartagenero Raúl Porto Cabrales, escritor del libro Historia del boxeo colombiano, fue otro de los nacionales que estuvo en la pelea, pero como panameño. "Vivía en Panamá y escribía para el diario La Estrella allá, y me tocó cubrir el evento, pero no con el amor de colombiano. Recuerdo a un Peppermint que llegó mal preparado, subestimando a Pambelé, que en ese momento era visto como un mediocre en Panamá. Antonio Cervantes había subido de nivel desde que estaba con venezolanos, pero no era un rival para Frazer, que venía muy bien. La noche fue espectacular para cualquier colombiano, un orgullo grande, pero me tocó ahogar mis celebraciones", dice el investigador, periodista, historiador y escritor, miembro de la Academia de Historia de Cartagena.


EN DEFINITIVA

La noche en que Pambelé logró el título del mundo, comenzó un ciclo de horarios extraños para el deporte colombiano. Los profesionales recuerdan la noche y lo que se vino tras esa hazaña.


ESPERE MAÑANA

"Mi familia y el pueblo colombiano son mis riquezas", dice Antonio Cervantes, quien vive tranquilo en Turbaco. ¿Quién es Pambelé? se preguntan hoy los jóvenes cartageneros.


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